lunes, 20 de agosto de 2007

Alan Watts

”El tabú más firmemente establecido de todos los que conocemos es ese que le impide a usted saber quién o qué es, detrás de la máscara de su ego aparentemente separado, aislado e independiente.La percepción del “Yo” como un centro de ser solitario y aislado es tan poderosa y sensata, tan fundamental para nuestros hábitos en el pensamiento y el habla, para nuestras leyes e instituciones, que no podemos experimentar nuestro sí-mismo más que como algo superficial en el esquema del universo. Yo parezco una breve luz que restalla una sola vez en la eternidad del tiempo. La ola de la vida se desperdiga en brillantes gotas individuales de distintos colores, que resplandecen por un momento tan sólo, para luego desaparecer por siempre. Bajo ese condicionamiento, parece imposible y aún absurdo entender que el “yo” no reside en una sola gota, sino en todo el curso de energía que va desde las galaxias hasta los campos nucleares de mi cuerpo. “Yo” tengo formas infinitas, mis idas y venidas son tan sólo pulsiones o vibraciones de un único y eterno torrente de energía.La dificultad en comprender esto me obliga a explicarlo a través del mito, y de esta forma trato de responder cuando los niños me formulan esas preguntas metafísicas fundamentales que con tanta frecuencia aparecen en sus mentes: ¿De dónde viene el mundo? ¿Cuándo lo hizo Dios? ¿Dónde estaba yo antes de nacer? Y yo les cuento una historia muy vieja que dice así:No hubo nunca un momento en el que el tiempo comenzara, pues va en redondo como un círculo. Pero así como la manecilla del reloj sube hasta las doce y baja hasta las seis, se suceden la noche y el día, el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, el verano y el invierno. No puedes tener ninguna de estas cosas sin la otra, porque no podrías saber lo que es el negro si no lo hubieras visto al lado del blanco. Del mismo modo hay veces en que el universo se manifiesta, y otras en que no, pues si el universo se manifestara por siempre jamás, se cansaría horriblemente de sí mismo. Viene y va, ahora lo ves, ahora no lo ves. De ese modo no se cansa de sí mismo, y regresa siempre, después de desaparecer. Es como tu aliento entra y sale. Es parecido al juego del escondite… A Dios le encanta jugar al escondite; pero como no hay nada fuera de Dios, no se tiene más que a sí mismo para jugar. Esta dificultad la supera simulando que él no es él. Esta es su manera de esconderse de sí mismo; simula que es tú, y yo, y toda la gente en el mundo, y todos los animales y las plantas, las piedras y todas las estrellas. De este modo le ocurren aventuras extrañas y maravillosas, algunas de las cuales son terroríficas. Pero estas últimas son simplemente como malos sueños, que desaparecen cuando él se despierta.Ahora bien, cuando Dios juega al escondite y pretende ser tú y yo, lo hace tan bien que le lleva mucho tiempo recordar cuándo y cómo se inventó a sí mismo. Pero esa es justamente la gracia del juego, eso es lo que él quería conseguir. No quiere encontrarse a sí mismo demasiado pronto, pues eso estropearía el juego. Por eso es tan difícil para ti y para mí darnos cuenta de que somos Dios disfrazado y oculto. Pero cuando el juego se ha prolongado el tiempo suficiente, todos nosotros despertamos, o dejamos de simular, y recordamos que no somos más que el único Sí-mismo, el Dios que es todo lo que es y que vive por siempre jamás.Puedes preguntarte por qué Dios, a veces, se oculta bajo la forma de gente horrible, o simula ser personas que sufren enfermedades y dolores. Primero recuerda que él no hace esto más que a sí mismo. Esta historia, obviamente mítica en su forma, no presume de describir científicamente el proceso de las cosas, sólo intenta parecerse a la existencia. Pero el secreto que mi fábula comunica a los niños es, que el “Yo mismo” es usted. No por supuesto ese usted-ego que interpreta cada día su rol o papel como persona interpretando o simulando ser, sino el “Yo-mismo interior que escapa a toda inspección porque es siempre el inspector. He aquí pues el tabú de los tabúes: usted es Eso.Sin embargo en nuestra cultura ésta sería la piedra de toque de la demencia, la más negra de las blasfemias, la más brutal de las falacias, agigantar el ego hasta el absurdo total. Pero esto ocurre porque pensamos en Dios como Rey del Universo, ese Tecnócrata Absoluto que, personal y conscientemente controla todos los detalles de su cosmos, y ese no es el Dios de mi cuento. De hecho ese cuento no es mío en absoluto pues cualquier estudiante de las religiones sabrá que proviene de la antigua India, y es una forma mítica de expresar la filosofía Vedanta. Los hindúes sofisticados no piensan en Dios como una superpersona separada que rige el mundo desde arriba, como un monarca. Su Dios juega al mundo desde dentro, y por supuesto ningún hindú puede advertir que él es Dios disfrazado sin ver al mismo tiempo que eso es verdad para todos los demás y para todo el universo entero.”

1 comentario:

  1. Dulcemente explicado,me ha gustado... “Yo” tengo formas infinitas, mis idas y venidas son tan sólo pulsiones o vibraciones de un único y eterno torrente de energía.
    Saluditos amistosos...aquí andamos y aquí estamos.

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