Vida al instante.
Función sin ensayo.
Cuerpo sin prueba.
Cabeza sin reflexión.
Ignoro el papel que hago.
Sólo sé que es mío, no es intercambiable.
De qué va la obra,
debo adivinarlo sobre el escenario.
Malamente preparada para el honor de la vida,
Soporto a duras penas el compás impuesto de la acción.
Improviso , aunque aborrezco la improvisación.
Tropiezo a cada paso con el desconocimiento de causa.
Mi modo de vivir huela a aldea.
Mis instintos son de aprendiz.
La vergüenza, al excusarme, tanto más me humilla.
Siento las circunstancias atenuantes como crueles.
Palabras y gestos irrevocables,
estrellas no contadas,
el carácter, como un abrigo abrochado, en marcha,
he aquí el penoso fruto de este apremio.
¡Si al menos pudiera un miércoles ensayar primero,
o al menos un jueves repetir una vez más!
¿Acaso está bien? –pregunto
(con voz ronca,
pues ni me han dejado aclararla tras los bastidores).
Es vano pensar que no es más que un examen somero
hecho en un lugar provisorio. No.
Me hallo entre los decorados y veo cuán sólidos son.
Me choca la precisión de cualquier atrezzo.
El equipo giratorio funciona desde hace largo rato.
Las nebulosas más lejanas ya han sido encendidas.
Ah, no me cabe duda de que esto es el estreno.
Y lo que haga
se tornará siempre en lo que hice.
W. Szymborska
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