domingo, 10 de agosto de 2008

FIN DEL MUNDO

Nosotros los hombres (yo, desde luego, no soy de ésos; pero nosotros, sí), condenados a muerte como estamos (para los que no lo saben, no hay condena), estamos por eso tan ocupados con nuestro futuro (próximo examen, vencimiento de la hipoteca, reserva de avión para el Congreso o las Vacaciones, plan de Jubilación, fijación de fecha de la Boda, chequeo médico anual, trimestral o bisemanal, matrícula del bebé en escuela fina para cuando tenga 5 años) que no nos queda tiempo material para estar aquí y verlas pasar, con la coña encima de que a eso del futuro quieren que lo llamemos vida.Y, más aún, ese afán de saber qué es lo que va a ser de uno tenemos que alargarlo hasta detrás de la propia muerte prometida, y nos ponernos a ordenar papeles y arreglar, dentro de prudentes previsiones, el futuro de lo hijos, y a procurar que el Nombre de uno quede honrosamente escrito en el Libro de la Historia o quizá, en la esquina de una calle. Y aun eso, para nuestra ansia de saber futuro, es poco aún, y trabajamos y hasta, si es caso, damos la vida (como si fuera nuestra) para asegurar en los siglos el futuro del Estado o del imperio en que nos ha tocado caer por azares de los tiempos, o, mirando aún más alto, el porvenir de la Humanidad. Y no, no basta con eso todavía para nuestra necesidad de saber lo que va a pasar (para no sentir lo que está pasando), que le contagiamos esa necesidad al Mundo todo (para eso creemos que hay un mundo Todo), y queremos saber el futuro del Universo; y, como no nos quedamos del todo a gusto con las profecías del Apocalipsis o de Nostradamus o del Calendario Zaragozano (aunque también ésas siguen funcionando al mismo tiempo, y teniendo su clientela), pues acudimos a la Ciencia, que es 1a forma de Fe dominante bajo el Régimen (-Creemos lo que vemos. -Creemos que se ve), a ver qué tiene que decirnos sobre el Fin del Mundo, aunque sea en un plazo de 1027años, o de 101000¿qué más nos da?), o si es eterno, que da lo mismo: el caso es que sea futuro, que sea Tiempo. Y el Principio... si sabemos el Fin, ya lo damos por sabido, hombre.Y ahí está la Ciencia, que asimismo (¿no son los científicos prójimos de nuestra tribu?) se ve obligada a responder. Y ahí está la contradicción viva: que, mientras, por un lado, la pasión misma de la investigación honesta, desmandada, no puede por menos de dejar asomar por las grietas del Sistema vislumbres de la falsedad de las creencias y realidades, 'masa', 'tiempo', 'objetividad', al mismo tiempo muchos de los físicos, no sólo de los imaginativos, también de los más serios y ortodoxos, siguen tratando de dar respuestas (y cálculos numéricos naturalmente) a la cuestión de la Fin del Mundo. Me llega estos días una Resource Letter del Sr. ´Cirkovic' del Observatorio Astronómico de Belgrado, que da cuenta, con una selección de 2o2 publicaciones, del estado actual de la Escatología Física (así se nombra lo que el Catecismo llamaba Ultimidades; pero ahora Físicas, no se vaya a creer que religiosas), con un cuidadoso repertorio de teorías, sean de Espansión o, por el contrario, Contracción y Colapso del Universo por victoria gravitacional de la Materia, contra el influjo de la Energía oscura y Agujeros Negros; sean de Continuación Eterna, compatible o no con una perpétua Aceleración, o acaso) posible reversión de la Flecha del Tiempo, y cálculos de edad del Sistema Solar o de las Galaxias o, en fin, del Universo todo.Todos esos cálculos y teorías se plantean y discuten en un olvido de la pregunta del niño que sigue viviendo debajo de nosotros: ¿Dónde? ¿Por dónde se espande el Universo? ¿Dónde se contrae hasta la infinita aproximación a nada? ¿En dónde se suceden los ciclos de Universos? Se de por supuesto que eso no se pregunta, niño; que la Realidad es todo lo que hay, y no hay lugar a preguntarle dónde.Pero eso, a pesar de todas las Ciencias y Religiones, no mata nunca del todo la pregunta. La pregunta '¿Donde?' es la misma que la pregunta '¿Quién?', la que, ante todas las observaciones, cálculos y teorías de la Realidad, pregunta quién es, que lo ve, lo dice y lo calcula, evi­dentemente desde fuera de la Realidad. ¿Dónde? ¿Quién? Son preguntas que no están hechas para que las responda nadie, sino para acabar con todas las respuestas (falsas, naturalmente) y dejar abiertas las vías de la razón común, del amor de lo que no se sabe.

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